Inventado a principios del siglo XX en los alrededores de Barcelona, el patín vela —un catamarán de madera, hecho a mano y sin timón— está experimentando un renacimiento de interés renovado. Sus altas velocidades, que suben la adrenalina, la necesidad de utilizar el peso del cuerpo para maniobrar y la adherencia a la artesanía tradicional, convierten el patín vela en una obsesión para el cohesionado grupo de ”adictos” que los construyen y navegan.
Rafel Figuerola, propietario y principal constructor del Club Patí Vela Barcelona, afirma que el resultado tras duros meses en el taller es una embarcación personalizada para un navegante concreto, una embarcación con “alma”.